jueves, 11 de junio de 2009

LAS INTERCEPCIONES DEL DAS

OPINION EL PAIS FEBRERO 26 DEL 20099POR: GUSTAVO DUNCAN¿Quién responde? Febrero 26 de 2009 Lo sucedido con las interceptaciones telefónicas en el DAS no es una cuestión insignificante. El menosprecio con que el Presidente y sus ministros han tratado el tema, como un simple asunto de ‘redes mafiosas’ que venden sus servicios al mejor postor, banaliza un hecho que en cualquier democracia decente hubiera conducido a numerosas renuncias y a un escándalo que tendría en la cuerda floja al Gobierno. ¿Por qué es tan grave lo ocurrido? Básicamente porque una democracia supone no sólo el respeto de las mayorías, sino también el respeto a la oposición, a la prensa y a los jueces. Lo que se expresa en garantías para periodistas, políticos y funcionarios en el ejercicio del control político y judicial al Ejecutivo y en la práctica de la libertad de prensa. Y si bien el control puede ser incómodo, es la única manera que se tiene para evitar que el Gobierno de las mayorías se convierta en un gobierno de minorías enquistadas en el poder. Cuando se interceptan los teléfonos y correos electrónicos desde una agencia de seguridad adscrita a la Presidencia de manera ilegal, quienes ahora están en el Gobierno utilizan los recursos del Estado para reducir los márgenes de maniobra de sus competidores. Los políticos de la oposición pierden la posibilidad de establecer estrategias para cuestionar el desempeño del Gobierno -esto no sólo no es ilegal sino deseable- porque de antemano los funcionarios del Ejecutivo pueden anular sus intentos en los medios de comunicación. Por algo parecido, pero al menos más discreto, se cayó el presidente Richard Nixon en Estados Unidos. Los jueces pierden la reserva de su proceso, dificultando la construcción de material probatorio y poniendo en riesgo sus vidas y las de los testigos. Y los periodistas pierden, además de sus posibilidades de realizar su trabajo de reportería sin interferencias de terceros, la confidencialidad de sus fuentes, con los consiguientes riesgos de seguridad. De por sí el hecho de que las interceptaciones hubieran sido realizadas por encargo de narcotraficantes o criminales por fuera del Estado es un escándalo de mayores proporciones. Sin embargo, no es claro que todo haya sido un asunto de detectives corruptos confabulados con delincuentes. De acuerdo con la revista Semana, los principales clientes de la red mafiosa del DAS eran funcionarios del Palacio de Nariño y tiene mucho sentido que sea así. No es claro qué puede ganar un narcotraficante fugitivo de los Llanos Orientales con hacerle seguimiento a Gustavo Petro, a Piedad Córdoba, a Julio Sánchez o a Valencia Copete. Aunque les sobre dinero, sería un gasto inútil. No puede afirmarse que el DAS sea la policía secreta de la Presidencia. Sería un exabrupto en relación con lo sucedido. No hay evidencia de que el DAS sea utilizado para amenazar, desaparecer o asesinar a la oposición. La magnitud de lo ocurrido no debe tampoco llevar a diluir las responsabilidades de sucesos suficientemente graves, al pretender extender hechos delictuosos de los que no hay ni siquiera evidencia inicial. Simplemente es suficientemente grave que se intercepten de manera ilegal las comunicaciones de la oposición con medios públicos. Y es más grave que de nuevo un escándalo mayúsculo toque al Gobierno y que nadie responda, sin que ello movilice a la sociedad civil para exigir explicaciones.

COMENTARIO

Opino que como esta gente cree que por tener un cargo alto, pueden hacer lo que les de la gana, y como lo hicieron con el presidente , que practicamente, espiaban lo que el hablaba, creen tener todo el poder y estan totalmente equivocados, creen que nadia se va a dar cuenta de lo que hacen , y creen que nadie se va a dar cuenta de lo que hacen. Un dia de estos a las personas que se creen mucho, como los del DAS, les va a cambiar el rumbo de la vida, y van a darse cuenta del garn error que cometen.

CAFE CONTRA EL DENGUE

COMENTARIO:
pienso que por un lado para los humanos que vivimos en la tierra, y se nos presenta esta enfermedad del dengue, al crear la vacuna para enfrentarla,nos sentimos salvos, y como estan haciendo lo posible para que los zancudo que son los que producen esta enfermedad, comenten un riesgo que es el contaminar la tierra, y eso seria otro problema para nuetstras vida. En fin una cosa contra otra.

UN APLAUSO

Un aplauso
Por Antonio CaballeroPara saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenas
Un aplauso. Está muy bien que por fin los más altos representantes del Estado empiecen a reconocer lo que desde hace decenios un general tras otro, un ministro de Defensa tras otro, un presidente tras otro, han negado en redondo: que las Fuerzas Armadas cometen excesos. Torturas. Detenciones que terminan en la desaparición de los detenidos. Ejecuciones extrajudiciales. Crímenes de guerra. Hay que felicitar al presidente Uribe, al ministro Santos, al general Padilla, por su decisión de pasar a retiro a tres generales y siete coroneles (y otros tres más hace ocho días), más una docena de oficiales y suboficiales de menor rango, por los infames "falsos positivos" con decenas de muertos denunciados en las últimas semanas.
Está muy bien que se empiece a limpiar el Ejército (y la Policía, y el DAS), y ya iba siendo hora: sólo falta un año para que venza la reserva de siete que establecieron al alimón el presidente saliente Andrés Pastrana y el entrante Álvaro Uribe ante la Corte Penal Internacional, blindando al Estado colombiano frente a las responsabilidades por crímenes de guerra durante el tiempo que según su cálculo optimista tomaría derrotar a la subversión en Colombia.Está muy bien que los crímenes se reconozcan. Y que se acepte por primera vez que no se trata de actos aislados de "elementos descorregidos", de "manzanas podridas", de "ovejas negras" que no entrañan responsabilidad institucional ni política de sus superiores, sino que, por el contrario, la comprometen tanto por omisión como por acción. Pero la necesaria limpieza del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea, de la Policía, del DAS, de todos los organismos secretos del Estado, habrá que repetirla una y otra vez, indefinidamente, mientras no cambien de verdad las convicciones profundas de los militares que hacen la guerra y de los civiles que la ordenan desde el poder político. La convicción profunda, reforzada además por el adiestramiento y el ejemplo recibidos de los Estados Unidos, de que todo vale en la guerra contra la subversión, hoy llamada narcoterrorista; ayer, comunista; antier, bandolera. De que valen el asesinato y la tortura, la desaparición forzada, la expulsión, porque el enemigo no merece respeto.Todo vale porque la vida no vale nada. La de los demás: esos, literalmente, desechables que constituyen el grueso del pueblo colombiano (y que hay que distinguir, claro, de los llamados "colombianos de bien"). Los desechables se pueden desechar. Usar y tirar. Eliminar cuando ya no sirven. Intercambiar. Pueden ser usados indiferentemente como guerrilleros o como paramilitares, como sicarios de la mafia o como mensajeros de moto o como desempleados o como subempleados o como reinsertados o como votantes cautivos o como víctimas de los "falsos positivos militares". Su vida real no importa, salvo desde el ángulo de la estadística. Por eso puede el coronel Plazas Vega, aquel que "defendía la democracia, maestro", decir que los cadáveres de los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia están donde no están, y tiene que salir Medicina Legal a desmentirlo. Ah, ¿eran otros muertos? Da lo mismo.Para saber si los pases a retiro de unos cuantos oficiales significan que de verdad está cambiando esa convicción profunda de que hablo hay que ver si son seguidos de algo más: de juicios, de condenas. Pues la desaparición forzada, que trabajosamente fue por fin tipificada como delito en el año 2000, no ha tenido en los siete años transcurridos desde entonces ningún acusado, ningún procesado, ningún condenado, pese a que sigue afectando a unas quinientas personas cada año. Y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada, firmada por el gobierno de Colombia en septiembre de 2007, no ha sido ratificada todavía. Y en la discusión que se adelanta en el Congreso sobre la Ley de Víctimas, el gobierno y sus parlamentarios leales se rehúsan obstinadamente a reconocer como víctimas del conflicto (y a reconocer que hay conflicto) a las que lo hayan sido de los agentes del Estado: soldados, policías, detectives del DAS. Como si no existieran.Todavía falta, pues. Y no sólo porque la lucha por la verdad y la justicia sea una lucha interminable que nunca se puede dar por ganada del todo, sino porque el reconocimiento hecho esta semana por los más altos representantes del Estado sobre sus culpas parece insuficiente todavía, apenas de labios para afuera. Así, al presidente Álvaro Uribe se le escaparon dos expresiones reveladoras al hacerlo. Una fue la de que los desaparecidos habían sido "ajusticiados" por el Ejército. La otra, la de que con sus masacres, de Guaitarilla a Soacha, los militares "nos hacen quedar mal". "¿''Ajusticiados" los asesinados? ¿Y simplemente "queda mal" quien secuestra a alguien para matarlo y presentar su cadáver como un "positivo"? En los dos casos, las palabras del Presidente se quedaron algo cortas.Pero bueno: es un comienzo. Que sigan por ahí. Y, de nuevo, un aplauso.

Comentario
En el articulo Un aplauso , me parece muy bien hecho lo que hicieron, pues no deberia haber en el mundo discriminaciones, que porque uno sea policia o porque sea presidente o sea lo que sea, todos debemos sufrir consecuencias.
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